Nou Camp. Anoche. Antes del diluvio. Jugada a la contra del Levski de Sofía. Tres para tres. Van Bronckhorst se lleva un golpe de un delantero búlgaro y cae al suelo. El árbitro no estima falta. La jugada continúa, el holandés no se levanta, el balón sigue en poder de los búlgaros y no lo tiran fuera. Todo termina con un disparo fuera, y con los pitos del público. Esta jugada, si la hubiera realizado un equipo con más calidad, un Inter por ejemplo, y en una final, probablemente hubiese acabado en gol, y hubiera cambiado la Champions League. La habría hecho más justa. ¿Cuantas jugadas habré visto en el Vicente Calderón frustradas porque un jugador del equipo rival ha fingido? ¿Cuántos goles se han dejado de marcar por este motivo? ¿Por qué jugadores que unos instantes antes se están muriendo salen como motos tras recibir el “agua bendita” de los masajistas? ¿Tan bueno es el Reflex que hace milagros?. No, lo que hay es mucha cara. Y en este contexto se empieza a crucificar a quién propone una visión más honesta del juego, como José Luis Mendilíbar, entrenador del Real Valladolid. Y lo dice muy claro: “No la tiréis fuera, que nosotros no lo haremos”. El que avisa no es traidor. ¿Algún equipo de primera tendrá el valor de hacerlo? No creo, sobretodo porque si se hace ante el Madrid o el Barcelona, la presión mediática sería enorme. Imaginen a Guti o Deco en el suelo fingiendo mientras le meten a su equipo un gol. Imaginen la cara que se les quedaría. El Atlético debería seguir el ejemplo de Mendilíbar. Si un jugador está lesionado de gravedad, el árbitro debe parar el partido, pues es el único que tiene la potestad de hacerlo, y no los jugadores del equipo en inferioridad o la presión ambiental. Veríamos mucho más fútbol, porque sólo quedarían tendidos los que de verdad estuviesen lesionados. Y sí, pueden meterle un gol a tu equipo, pero sería más justo que anularle un gol a un equipo porque un rival está fingiendo.
- Rico.
José Luis Mendilibar, por el auténtico juego limpio.
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