Siesta no controlada en condiciones antifútbol. Así podría definirse el partido de hoy del Atlético. Tras encontrar un bar donde pusieran al Glorioso Club Atlético de Madrid, con sorprendente facilidad pese a que el cornudo vecino jugaba a la misma hora, me disponía yo a disfrutar del espectáculo ofensivo que últimamente se gastan los de Aguirre. Del espectáculo ofensivo y del espectáculo defensivo, aunque este último parece más una tragedia griega, tal y como están las cosas.
Pero nada de eso, la cosa tenía aspecto de partido entre gitanos y Guardia Civil, de patio de colegio, o de programa rehabilitación de presos por el deporte. No había más que ver la estética de los jugadores del Levante Riganó, Tomasso, Mustafá y Storari, más propia de la Italia profunda de los 80, salvando el detalle de las diademas y coletas. Y es que el Levante juega como aparenta: demasiado pelo en el pecho, demasiada hombría, demasiado físico, pero fútbol, poquito.
Si llevas un partido al terreno de lo físico, o aprovechas las que tienes o no te comes un Saci. En ese sentido la efectividad de este Atlético está fuera de toda duda. Al descanso, ocasiones de gol, una por cada escuadra, y goles, uno, el de Forlán. JU-GA-DO-RA-ZO. En un partido que se juega en un patatal, ante media cárcel de Valencia 2, con un equipo que es colista y que por tanto promedia tantas patadas por segundo como Míchel Salgado y el Moulin Rouge juntos, son los que tienen el gol en la sangre los que deciden.
Y ya si quieren nos vamos a la segunda parte. No porque sucediesen cosas, que sucedieron, sino porque la italianización del partido provocó una especie de Omertà en el juego: no voy a contar nada, yo no vi nada, y si lo vi no lo cuento: de este partido es mejor no hablar. Y estos partidos de siesta, cuando no se matan, y en este club, son sufrimiento asegurado. Sólo empezó a moverse la cosa tras la entrada de Reyes, lo que está muy bien porque el chaval quiere ser titular y le pone empeño. Y porque nos hace falta, que coño. Simao tardó en ofrecer un par de detalles y hubo dos o tres ocasiones muy claras de gol, pero sin embargo nos encontramos en el descuento con la embestida carcelaria, los puñales en el área hechos con filtros de cigarrillos y la sensación de que nos empatan.
No es que se haya perdido la oportunidad de hacerse respetar, porque esa se va a tener en los dos próximos partidos en el Calderón, pero eso sí, se ha jugado mal un partido que tenía que haberse resuelto con más oficio. Esperemos que contra el Sevilla se hagan mejor las cosas.
- Rico.